La señora María puede que no haya tenido nunca contacto con el deporte, que lo haya tenido de forma casual, o incluso puede que haya sido usuaria frecuente de un gimnasio. Puntual y religiosa usuaria de su clase dirigida o a devota de sus dosis de cardio en la famosa y querida elíptica, esa que tan buenos resultados nos promete.

En mi caso, he pasado por todo ello, sin saber que la cultura del deporte a nivel de usuario es inexistente. Ni se me ocurre pensar en ser deportista, como mucho ir a “tonificar” para perder la grasa del brazo, la del culo y la papada, pero que se respete la de los pechos y la de la cara. Pobre de mí, más tarde alguien me dijo: nena, tú lo que quieres es un cirujano plástico.
Quiero tonificar, y para eso no tengo que pasarme con las pesas ya que mis dedos de pianista se pueden volver lentos, cambiarme la voz, crecerme más bello, que las piernas se me pongan grandes enseguida, en definitiva, ponerme más masculina. Tengo miedo incluso de hacer el ridículo. ¿pero qué hace una maestra de colegio, con 20 kilos de más entre hierros y bicicletas? -Me pregunto.
Mariano va también a la zaga, pero no tiene que salvar el miedo a que las pesas le hagan volverse más “hombre”, que va, él parte con ventaja, se va a volver más macho alfa. Pobre Mariano.
Yo, María, vivo con imágenes mentales de cuerpos fitness de anuncio, cuerpos que no sé, ni cómo se alimentan, ni cómo se construyen verdaderamente- sé que en muchos casos es a través de un clic en el ratón del editor de Photoshop y algunos otros, con la ayuda milagrosa de sustancias ilegales, sí, habéis leído bien, ilegales. Dios mío, qué miedo- me asusto, soy tan floja…

Para la señora María que vive en mí, tener un mejor aspecto físico es un indicador fundamental tras haber dado a luz. No es ciega y quiere tener un culo mejor: como ese, el que tiene aquella que hace elíptica o que hace zumba los viernes por la tarde, o incluso más, como aquella instagramer que no hace más que tomar batidos verdes. ¿Cagará en verde también? – me he preguntado alguna vez ¡Es tan divina!, ¡seguro que la caca le huele a espinaca! Quiero lo básico, no seguir tapándome con la camiseta cuando salgo del agua, ni tener que comprar mi ropa según disimule o no mis lorzas.
Lo que no me imaginaba es que yo podría llegar a tener un físico mejor incluso que el de “La Batidos”, incluido el culo. Bendito culo con el que rellenar el pantalón o la falda, con el que provocar algún que otro giro de cabeza al pasar y dejar de ser invisible, ¡joder, que aún no he cumplido los 40!
Como estoy más perdida que Potatato en una ferretería, deambulo por la sala imitando algunos ejercicios de aquellas que parecen las avanzadas; por los vestuarios, dónde los consejos y las reseñas de tal clase o tal entrenador se comentan entre cambio de braga y sujetador.
El top ten de la temporada se marca en los corrillos femeninos, así que, como soy avispada, no me voy a perder esa clase de Body Pump que parece ser te deja destrozada. Hay que tener agujetas, de las chungas, de las que no sabes de qué carajo sirven, pero no te dejan ni caminar, y eso en el vestuario de chicas es básico, sin agujetas no vas a ninguna parte. No pain no gain leemos en las redes, debe ser así, y yo soy tan…floja.
Evidentemente, los conocimientos a los que accedo con mi cazamariposas son del todo insuficientes, tal como le ocurre al Sr. Mariano, pero éste es más lanzado, más “macho” y por lo tanto parece que no le hacen falta conocimientos, se le presupone los tiene gracias a su testosterona. No pain no gain, Mariano también lo ha leído.
Y llega el día en el que surge en mí una idea. Idea que va haciéndose cada vez más clara, creo que he de buscar un entrenador, evidentemente en el mismo gimnasio comercial al que ya llevo un tiempo entrando sin mirar al suelo.
Así que, en el sagrado vestuario de las chicas, pregunto. Las calificaciones van desde “Éste es un veterano, lleva en el gimnasio veinte años”, también las puertas, a “Éste acaba de salir de la universidad y lo tiene todo fresco”, pero jamás le hablaron de recomposición corporal ni del patrón correcto de una simple sentadilla, pues no es materia universitaria- reflexiones ambas que no supe ver en ese momento. Pero entonces eran la élite, semi dioeses, y yo, una gordita floja.
Delante del panel de entrenadores, colorada como si estuviera viendo una web para adultos, observo la oferta. Bajo sus fotos, tienen un listado de formaciones de lo más variadas. Así, un mismo entrenador sabe del Método Pilates, como de nutrición o Crossfit, GAP, Aeropilates, Funtional Fit, entre otras siglas ilegibles que ni siquiera sé qué significan.
Creo que Marta, que sigue en mi subconsciente pidiendo la palabra, me susurra: “Lo que no hay colgado en el panel son las fotos y las opiniones de los clientes que ya han pasado por sus manos, fotos que muestren su evolución y la relación de ésta con su nivel de implicación, tanto fuera como dentro del gimnasio. Los antes y después, pero después de un año, no de tres meses a muerte, tras los que si no te he enterrado viva ya ni me acuerdo”.
¡Por supuesto que un entrenador mejorará mi condición física (sino se la carga), no olvidemos que parto de cero y cualquier cosa será una ganancia!, pero además, como buena María que soy, lo quiero todo. No estoy dispuesta a invertir tanto dinero sin notar cambios físicos en un periodo corto de tiempo. ¡Quiero pesar menos! Y quiero que sea ¡YA!, ¡estoy harta de verme tan gorda!
Estoy desarmada, soy volátil. Pobre de mi entrenador…. va a tener que invertir gran cantidad horas, más fuera, que dentro del gimnasio. Creo que mi mente es más débil que mi cuerpo… Cómo lo hará para hacer de mí una mujer deportivamente madura (porque yo no me veo como deportista, sólo quiero adelgazar), alguien capaz de tomar decisiones adecuadas ante la multitud de situaciones variables a las que me somete el día a día. Me pregunto cómo en una hora de “entrenamiento funcional” se podrá atender a estas necesidades a ritmo de burpees, y ¡vamos, vamos, dale! Vivan las agujetas, ¡que hay que quemar!
La señora María puede que no haya tenido nunca contacto con el deporte, que lo haya tenido de forma casual, o incluso puede que haya sido usuaria frecuente de un gimnasio. Puntual y religiosa usuaria de su clase dirigida o a devota de sus dosis de cardio en la famosa y querida elíptica, esa que tan buenos resultados nos promete.
En mi caso, he pasado por todo ello, sin saber que la cultura del deporte a nivel de usuario es inexistente. Ni se me ocurre pensar en ser deportista, como mucho ir a “tonificar” para perder la grasa del brazo, la del culo y la papada, pero que se respete la de los pechos y la de la cara. Pobre de mí, más tarde alguien me dijo: nena, tú lo que quieres es un cirujano plástico.
Quiero tonificar, y para eso no tengo que pasarme con las pesas ya que mis dedos de pianista se pueden volver lentos, cambiarme la voz, crecerme más bello, que las piernas se me pongan grandes enseguida, en definitiva, ponerme más masculina. Tengo miedo incluso de hacer el ridículo. ¿pero qué hace una maestra de colegio, con 20 kilos de más entre hierros y bicicletas? -Me pregunto.
Mariano va también a la zaga, pero no tiene que salvar el miedo a que las pesas le hagan volverse más “hombre”, que va, él parte con ventaja, se va a volver más macho alfa. Pobre Mariano.
Yo, María, vivo con imágenes mentales de cuerpos fitness de anuncio, cuerpos que no sé, ni cómo se alimentan, ni cómo se construyen verdaderamente- sé que en muchos casos es a través de un clic en el ratón del editor de Photoshop y algunos otros, con la ayuda milagrosa de sustancias ilegales, sí, habéis leído bien, ilegales. Dios mío, qué miedo- me asusto, soy tan floja…
Para la señora María que vive en mí, tener un mejor aspecto físico es un indicador fundamental tras haber dado a luz. No es ciega y quiere tener un culo mejor: como ese, el que tiene aquella que hace elíptica o que hace zumba los viernes por la tarde, o incluso más, como aquella instagramer que no hace más que tomar batidos verdes. ¿Cagará en verde también? – me he preguntado alguna vez ¡Es tan divina!, ¡seguro que la caca le huele a espinaca! Quiero lo básico, no seguir tapándome con la camiseta cuando salgo del agua, ni tener que comprar mi ropa según disimule o no mis lorzas.
Lo que no me imaginaba es que yo podría llegar a tener un físico mejor incluso que el de “La Batidos”, incluido el culo. Bendito culo con el que rellenar el pantalón o la falda, con el que provocar algún que otro giro de cabeza al pasar y dejar de ser invisible, ¡joder, que aún no he cumplido los 40!
Como estoy más perdida que Potatato en una ferretería, deambulo por la sala imitando algunos ejercicios de aquellas que parecen las avanzadas; por los vestuarios, dónde los consejos y las reseñas de tal clase o tal entrenador se comentan entre cambio de braga y sujetador.
El top ten de la temporada se marca en los corrillos femeninos, así que, como soy avispada, no me voy a perder esa clase de Body Pump que parece ser te deja destrozada. Hay que tener agujetas, de las chungas, de las que no sabes de qué carajo sirven, pero no te dejan ni caminar, y eso en el vestuario de chicas es básico, sin agujetas no vas a ninguna parte. No pain no gain leemos en las redes, debe ser así, y yo soy tan…floja.
Evidentemente, los conocimientos a los que accedo con mi cazamariposas son del todo insuficientes, tal como le ocurre al Sr. Mariano, pero éste es más lanzado, más “macho” y por lo tanto parece que no le hacen falta conocimientos, se le presupone los tiene gracias a su testosterona. No pain no gain, Mariano también lo ha leído.
Y llega el día en el que surge en mí una idea. Idea que va haciéndose cada vez más clara, creo que he de buscar un entrenador, evidentemente en el mismo gimnasio comercial al que ya llevo un tiempo entrando sin mirar al suelo.
Así que, en el sagrado vestuario de las chicas, pregunto. Las calificaciones van desde “Éste es un veterano, lleva en el gimnasio veinte años”, también las puertas, a “Éste acaba de salir de la universidad y lo tiene todo fresco”, pero jamás le hablaron de recomposición corporal ni del patrón correcto de una simple sentadilla, pues no es materia universitaria- reflexiones ambas que no supe ver en ese momento. Pero entonces eran la élite, semi dioses, y yo, una gordita floja.
Delante del panel de entrenadores, colorada como si estuviera viendo una web para adultos, observo la oferta. Bajo sus fotos, tienen un listado de formaciones de lo más variadas. Así, un mismo entrenador sabe del Método Pilates, como de nutrición o Crossfit, GAP, Aeropilates, Funtional Fit, entre otras siglas ilegibles que ni siquiera sé qué significan.
Creo que Marta, que sigue en mi subconsciente pidiendo la palabra, me susurra: “Lo que no hay colgado en el panel son las fotos y las opiniones de los clientes que ya han pasado por sus manos, fotos que muestren su evolución y la relación de ésta con su nivel de implicación, tanto fuera como dentro del gimnasio. Los antes y después, pero después de un año, no de tres mese