
Y fui madre. A lo que eran mis ilusiones por mejorar mi aspecto físico, ahora se le sumaba, ni más ni menos que la crianza de mi retoño. Tras una cesárea urgente, con un bebé prematuro, María y yo pasamos a tener necesidades muy básicas. Más que tener un culo bonito, ambas queríamos dormir una noche entera, poder comer sentadas, ir al baño sin interrupciones o tomar una ducha caliente de las de antes, de las que daban para usar champú, acondicionador o incluso una mascarilla hidratante. Ya ni pensar en el secado y el planchado, mejor nos secamos al aire y nos hacemos un moño.
Me vi obligada a solicitar una reducción de jornada de varios meses para cuidar a mi hijo. Pasaban los días y las rutinas se enquistaban: el aseo de la mañana, hervir las verduras para el puré, secar los bodies al sol…
Salir a comprar el pescado y la fruta fresca se convierten en mis actividades TOP del día, no porque impliquen andar, sino para poder charlar con alguien que conteste sin babear y con algo más que monosílabos y pedorretas.
Los menús de la dietista van tomando mejor forma: huevos, legumbres, pollo, ternera, verdura fresca…, pero con una mano mece el carro, con la otra estudia las etiquetas. Es curioso, como al ser madre, asumí más la importancia de saber qué comía, pues es lo que a través de mi leche iba a ser alimentado mi hijo.

Pasados unos pocos meses post parto, y ante la creencia de algunos de la familia que aquello mío con el gimnasio era una tontuna pasajera que se iría con la llegada de Marcel, y que me quedaría con la saludable piscina, volví a la carga.
Llevaba un tiempo viendo a algunas mujeres, tras finalizar su entrenamiento bis a bis, con su “Personal Trainer”, salían radiantes, con una gran sonrisa y de un rollo tan bueno, que parecían dos amigas que habían estado echándose unas risas.
Tiene que ser buenísima. Así que, cargada de ilusión, la más mariana de todas, ayudada por la cabal Marta en el planteamiento, conseguí convencer a mi esposo que viera con buenos ojos invertir en mi salud, pues no era un capricho, dejándome llevar por un profesional y descubrir así el elixir prometido que me llevaría mi cuerpo a terrenos y formas desconocidas.
Casi la mitad de mi sueldo fue para aquel bono de 10 sesiones que auguraban ser magia, 500 euros…Ni María ni Marta, sabían que encontrarían la magia blanca y a quienes la dominan, pero antes, para hacerse sabias, deberían conocer los renglones torcidos de Dios. Por el precio tenía que ser muy TOP y muy serio.

Pero, de serio solo había el conserje de la entrada, pues más que un bono de entrenamientos eso fue un viaje de la Inserso.
Tras unas dos primeras sesiones de primer contacto, disfruté moviendo un músculo que me encanta, la lengua, bla, bla, bla…como principal ejercicio, supongo que de resistencia por aquello de hablar casi sin respirar.
Para calentar: la divina y maravillosa elíptica durante 10 minutos. Sí, vale, los catalanes tenemos fama de tacaños, pero vamos a ver…esos 10 minutos calentando, me salen a algo más de ocho euros, por lo que fui procurando llegar siempre antes para calentar por mi cuenta.
Tras el calentamiento, era turno de hacer el gato con una sesión de movilidad, estirar cervicales, brazos hacia delante, hacia atrás… Marta no las tiene todas consigo, no soporta que le hablen mientras entrena, joder María esto vale una millonada, cállate y que se centre en meterte caña- piensa.
A continuación, unas sentadillas sin peso, algo de bíceps con mancuernas, cargar un saco de cinco quilos para hacer zancadas por la sala, la entrenadora tomó el riesgo de sentarme en una máquina ASISTIDA. La de abductores, la de glúteos y la de abdominales, de las cuales aún, tres años y medio después, sigo esperando resultados.

Y como no! Las pelotas, abdominales con pelota, movilizar la pelvis con pelota, equilibrios con la pelota, estiramientos con la pelota…¿qué parte de quiero dejar de ser una parturienta no hemos entendido!? ¡Estoy de ser madre hasta las pelotas! Tras un parto ¿una solo puede tocar y tocarse las pelotas?
Tras la excursión a la zona de máquinas asistidas pude saber que las cuerdas que cuelgan del techo con dos agarres, que sirven para hacer un básico remo, tienen un nombre que te hace pensar que haces algo super divino. TRX, Total Body Resistance-Exercise, que viene a ser lo mismo, que intenta aguantar tu propio peso en suspensión.
No digo que no me costara, pero pronto entendí que eso era algo básico que podía reproducir yo sola sin la necesidad de gastarme quinientos euros. Me asombraba no acabar de entender la sofisticación de tener que pagar un entrenador. no entendía donde estaba la complejidad del asunto, cuáles eran los secretos jamás rebelados a los que yo ahora tendría acceso. A ver señores, sin menospreciar a nadie, me parecía siendo más compleja la técnica de mi mano tocando el piano que lo que estaba haciendo moviendo todo mi cuerpo. SI ESTO es el tema, pues creo que puedo hacerlo yo sola, y así fue.
Si de hacer el mono se trataba, nada como youtube para copiar a otras monas.
Mi introducción en el mundo de las redes me tuvo más que entretenida muchos meses, saqué conclusiones propias de lo que debía ser un buen entreno. El metabólico, el hiit, el cardio en ayunas, el batido post entreno, el hip trust, ¡el mejor ejercicio para glúteos! Los más famosos youtubers expertos en biomecánica aunque aún no se les había ido el acné juvenil, los más guapos y majos nutricionistas…un empache de información para la listilla novata, que con garra y ganas, y dando palos de ciego, añadió a su piscina y a la elíptica de los pies dormidos, una sesión semanal de un mix de lo poco aprendido como una más de tantas….de lo sacado de youtube.
Ya estaba más cerca de conocer el mundo de Mago de Oz.